martes, 11 de octubre de 2011

El amor a la gastronomía

Desde mi tierna infancia comenzó una relación muy fructífera y duradera. Estamos hablando de un amor verdadero: el amor a la gastronomía. Lo bueno de este tipo de amor es que es generoso, agradecido y nunca se queja. No es un amor metafísico, es un amor real.

Conozco personas que opinan que sólo se alimentan debido a una necesidad fisiológica, sin ningún tipo de placer. También a los “amantes de su propio cuerpo”, los cuales los podemos encontrar en los gimnasios (lo mejor que hice fue dejar el gimnasio, me sentía raro entre gente que su mayor interés eran las calorías que consumían) y sin querer hablar de enfermedades tan duras como la anorexia y la bulimia. Reconozco que no me siento identificado con dichas personas, pero las respeto porque todos no podemos pensar lo mismo y la variedad de pensamientos e ideologías hace que nuestra sociedad sea más libre.

Todavía me acuerdo cuando hace años, muy ignorante por cierto, iba a los restaurantes y me preguntaban si bebía vino. Siempre respondía lo mismo, no gracias, no me gusta. Alguna vez había probado y no me agradó. Un día pedí en un cumpleaños una guía de vinos, que por cierto, no era Peñín ni Proensa, pero era una guía muy digna.

Cuando vi los diferentes matices que podían tener los vinos, me interesé en ellos. Recuerdo que el primer vino que compré, que no era barato por cierto, fue un Costers del Segre. Desde ese momento me di cuenta que no era cierto que no me gustara el vino, sino que sólo me gustan los vinos de alta calidad. Siempre había sido un amante del buen comer, pero desde ese momento descubrí un universo de sensaciones.

Y como todo, fui experimentando, probando diferentes Denominaciones de Origen. Creo fue la causa por la cual siempre he defendido que en una vinoteca los vinos de Denominaciones de Origen pequeñas deben tener su espacio. Empecé a hacer cursos de cata de vinos y descubrí que no es nada fácil elaborar un vino, requiere mucho trabajo, esfuerzo e ilusión. Por eso se debe tener mucho cuidado si nuestra idea es criticar un vino, siempre con respeto.

Modestamente, aunque pueda parecer lo contrario, reconozco que no sé nada de vinos. Siempre me ha interesado el método socrático y me apasiona escuchar a otras personas, dialogar, ver sus puntos de vista y porque no decirlo, aprender de ellos. Me apasiona la gente que son profesionales del sector y son capaces de definirte un vino, es todo un arte.

Me gusta ser sensato, yo sé decir si me gusta o no, que es lo que realmente importa. Es todo un halago que un cliente te diga: me encantó el vino que me recomendaste, quedé genial con el regalo que me preparaste… Son pequeñas cosas que te hacen sentir bien.

Dicho amor va aumentando día a día, porque hay algo que nos haga sentir tanto placer y no nos decepcione?
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario